La luz del mediodía inundaba aquel claustro y los rayos del sol , antorchas caprichosas, iluminaban los bellos capiteles , permitiendo al viajero admirar con asombro , la minuciosa perfección de la piedra labrada . Se escuchaba el silencio , roto de tarde en tarde , por el tañido sordo de una vieja campana. Una atmósfera dulce envolvía el momento . En el jardín central que enmarcaba ese claustro , una fuente redonda , un tazón lobulado , ofrecía su agua a algunos gorriones que atrevidos , traviesos , se bañaban en ella . Y a un lado, el gran ciprés de impresionante porte dominaba el recinto , erguido, noble , altivo . Un encorvado monje, pesado y negro el hábito , recortaba los setos . La tijera marcaba , con su son monocorde , como un ritmo...., un latido del tiempo que rompía la calma.
Contemplé unos minutos ese cuadro sereno que invitaba al reposo . Comprendí muchas cosas y me sentí pequeña . El correr de la vida, el esfuerzo de otros, el valor de los hombres , lo inútil de las guerras , el aferrarse tanto a la pura materia . Y salí de ese claustro y grabé en mi memoria ese instante vivido, esa paz infinita, ese bello sosiego y me llevé en las manos, que llegaron vacías, sensaciones muy hondas, sentimientos dormidos y un recuerdo imborrable de ese momento íntimo...........
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