En los días de verano , a esa hora de la siesta, me gusta sentarme un rato junto al brocal de mi pozo en la antigua mecedora que perteneció a mi abuelo. El viejo olmo me presta el parasol de su sombra . El gato , ronroneando , se acomoda entre mis piernas y hay un arroyo cercano que corre dejando oir ese susurro del agua que es un vago encantamiento . Desde allí véo mi huerto , los frutales, los olivos y al fondo, en el horizonte , el perfil de las montañas de ese color violeta que solo he podido ver en esta sierra tan nuestra. Por esa sábana azul de nuestro cielo extremeño pasan despacio las nubes y con ellas mil recuerdos . En sus formas caprichosas van prendidos nuestros sueños. Empujadas por el viento , desfilan pausadamente y en mi mente voy creando ilusiones , pensamientos y pueden aparecer algunas de aquellas cosas que he perdido con el tiempo.
Y así, con ese silencio ,con el murmullo del agua y con los bellos recuerdos, me voy quedando dormida , mientras siento el aleteo de una pareja de tórtolas que van a beber al huerto ..............
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